Adiós a Optane, una tecnología carísima que no acabó de resolver ningún problema
Sobre el papel Optane parecía fantástica. Intel la presentaba en 2017 con el objetivo de enterrar al disco duro tradicional y ponérselo difícil incluso a las populares unidades SSD. Jamás logró ni una cosa ni la otra —de hecho, ni se acercó a hacerlo—, y ahora Intel se rinde y anuncia que ha dado carpetazo final a esta división. Parece una buena decisión.
Optane era más rápida, pero también mucho más cara. La tecnología de Intel demostró desde sus inicios que ciertamente planteaba mejoras interesantes para el segmento de las memorias no volátiles, pero tenía dos problemas de partida.
El primero, que solo estaba soportada por equipos muy específicos y modernos, algo que se fue solucionando con el tiempo. El segundo que eran unidades carísimas y con un precio de GB muy superior al de los SSD. Eso jamás se solucionó.
Nunca fueron un sustituto real a los SSD. De hecho Intel no las planteaba así —lógico, sabiendo su coste y limitada capacidad— sino como una especie de caché para unidades de disco tradicionales y SSDs. En el segundo caso la cosa cobraba aún menos sentido, y esto era más una especie de evolución de los Fusion Drive de Apple que combinaban un disco duro tradicional con memorias Flash NAND que actuaba también como una caché para acelerar el acceso a los datos más frecuentes.